Y Moisés contó a su suegro todas las cosas que Jehová había hecho…Y se alegró Jetro de todo el bien que Jehová había hecho a Israel. Ex 18.8,9
Nuestras palabras pueden hacer la diferencia. Una palabra inadecuada ocasiona destrucción. Una palabra airada abre una herida. Una palabra apresurada nos precipita al error. Una palabra oportuna puede edificar. Una palabra cariñosa calma la tensión. Una palabra amigable alivia el dolor. Una palabra dulce aplaca la ira. Una palabra de aliento evita un desastre.
Cuán grande diferencia se logran hacer con nuestras palabras. Aunque era su suegro Moisés no veía a Jetro hacía ya mucho tiempo, después de un largo viaje Moisés se encontró con su yerno, ambos tenían mucho de qué hablar y ponerse a cuentas. ¿Pero de que hablaron? ¿Cuál fue el tema principal de su conversación?,… todas las cosas que Jehová había hecho., ¿Cuál fue el resultado? …se alegró Jetro…
Cierto que las mujeres hablan más, pero cuando un grupo de hombres se sienta junto creo que la competencia está algo pareja. Pudiéramos preguntarnos ¿cuál es el tema de nuestras conversaciones? ¿De qué hablamos cuando nos reunimos para socializar? Es muy común que la queja, las cosas negativas que suceden, los problemas que nos afectan, sean el tema principal. No es de extrañar que exista desanimo por donde quiera. Pero cuan diferente sería si Dios fuese el asunto principal, si nos gozáramos y compartiéramos de las maravillas que él ha hecho, sin duda alguna el resultado se mostraría a través de un corazón alegre.
Somos los que escogemos nuestras conversaciones, pongamos a Dios en cada una de ellas.
Preguntas
· Cuando conversas con tu hermano en Cristo ¿Cuánto de este tiempo dedicas a hablar sobre la Palabra de Dios?
· ¿Has hablado en las últimas veinticuatro horas de las bendiciones de Dios con algún no creyente?
Oración: Dios permite que en nuestro hablar siempre tengamos palabras de alabanzas para ti.
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