Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, Ex 15:24,25
La dureza del corazón humano puede llegar a niveles descomunales. Los israelitas habían sido testigos de los prodigios que Dios había hecho a través de su siervo Moisés: los milagros con la vara, la lepra en la mano de Moisés como señal, el agua convertida en sangre, las diez plagas en Egipto, y como si esto fuera poco habían saltado de alegría con panderos y danzas alabando y reconociendo la grandeza de Jehová luego de la gloriosa división del mar Rojo. Por él pasaron sin ni siquiera mojarse la suela de los zapatos mientras veían al ejército de faraón quedar sepultado bajo inmensas olas. Pero ahora, en medio del desierto, sin agua para beber, no recurren a aquel que les había dado suficientes muestras de su poder y gloria, sino que “quieren matar al mensajero”, el pueblo se levanta a murmurar contra el líder que Dios les había enviado. Podemos imaginar cómo estaría el destrozado corazón de Moisés.
La gente dio muestras de ser mal agradecida, no tuvo en cuenta todo lo que Dios hizo anteriormente sino que olvidaron con gran facilidad, y más que esto mostró un corazón perverso pues la murmuración es la actitud de personas que no quieren dar la cara y por ello hablan a espalda de sus líderes.
Tristemente aquella no es una actitud solamente del pueblo de Israel, hoy tampoco nosotros somos inmunes al veneno de la murmuración. Podemos hablar de nuestros hermanos y ellos no nos verán hacerlo, pero Dios escucha todas nuestras palabras 16:12
Acerquémonos a Dios, contémosle nuestras preocupaciones.
Preguntas:
· ¿Cómo resuelve los desacuerdos con su hermano, líder u otra persona?
· ¿Considera saludable hablar de estos desacuerdos con todo el mundo antes que con el hermano, el líder o la persona implicada?
Oración: Padre celestial ayúdame a refrenar mi lengua cuando me sienta tentado a hablar de otros.
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